miércoles, 21 de septiembre de 2022

No te imaginas




Ayer en el quirófano tuvimos una señora que estaba ingresada por depresión. La operamos con epidural y la pobre estaba muy agobiada, así que me puse a hablar con ella.

Me contó una historia asombrosa: su gran amiga, a la que ella seguía queriendo aún después de lo que le había hecho, la había traicionado y ella no entendía por qué.

Y me decía: es que no te imaginas cómo me siento. Y yo le decía: me hago una idea, sí.

martes, 20 de septiembre de 2022

Libertad


 A cuento de una conversación con Mar, he estado pensando mucho en la libertad. La verdad os hará libres, nos dicen. Y ya empezamos mal, porque eso no es verdad. 

Dios nos pone a cada uno en un sitio, con un carácter distinto y un contexto ambiental, familiar, social y cultural diferente. Un niño de dos años que pega a otro en la guardería no actúa libremente. Está condicionado por su carácter y sus circunstancias. Reacciona sin pensar porque está hecho de una forma concreta. A medida que crecemos, ese carácter inicial es modelado por nuestras experiencias, buenas y malas. Y nuestro comportamiento está determinado por la combinación de todo ello. 

Voy a poner un ejemplo porque no me sé explicar de otra manera:

Pepito tiene tres años y está en la guarde, jugando con una pelota. Carlitos le intenta quitar la pelota y Pepito se enfada y le pega. Sin embargo, Juanito se deja quitar la pelota y se pone a llorar. Y Pablito le da la pelota a Carlitos tan contento, y se pone a jugar con otra cosa. Ninguna de estas reacciones es "libre". Responde al carácter propio de cada niño y hay muy poco componente volitivo en ellas. 

Ahora nos centramos en Pepito. Le pegó a Carlitos por quitarle la pelota, y ahora los otros niños no quieren jugar con él, porque es un pegón. Además, la profesora le regaña y le dice que no hay que pegar a nadie. Pepito sabe que no se debe pegar, pero no tiene herramientas para controlar su genio. A medida que pasa el tiempo, Pepito entiende mejor que los otros niños le rechazan por sus reacciones, pero sigue sin saber controlarlas. Es un paria y tiene la certeza de que es por su culpa. Empieza a tener cicatrices de rechazo, que por un lado le hacen desear ser aceptado y por otro le hacen evitar las situaciones en las que puede ser rechazado de nuevo. Empieza a sentir rabia contra los otros niños, los que hacen grupo y no le dejan entrar, y rabia contra sí mismo por ser como es.

Pepito probablemente tendrá problemas de autoestima, aislamiento y dificultades de relación, trastornos del comportamiento, buscará en otra parte las satisfacciones que no puede encontrar en sus relaciones sociales, y no sería raro que desarrollara trastornos de la conducta alimentaria o adicciones. Pepito no es libre porque su comportamiento no depende de su voluntad, sino de su carácter y sus heridas. Él querría ser de otra manera, y se odia por ser como es.

En este caso, estoy hablando de un niño que tiene un determinado carácter, que le viene impuesto, y del sufrimiento que le genera. No entramos en los niños que pasan hambre, sufren la guerra, o enfermedades o maltrato. No entramos en la libertad de los demás. La explicación que he oído tantas veces de que Dios permite el dolor porque respeta la libertad blablabla, aquí no se aplica. Nadie es libre en esta historia. Ni Pepito ni los otros niños ni la madre de Pepito, que ve cómo su hijo sufre y no tiene posibilidad de ayudarle.

La única libertad que yo veo aquí es la de Dios. Que libremente elige darle a Pepito una mierda de cartas para jugar la partida.