lunes, 7 de enero de 2013

Lo del cole de la Sección Femenina

Me estaba enrollando tanto con la respuesta a Herself, que me ha salido para una entrada apañadita...
 
Empecé en el cole con 4 años, cortesía de que mi madre era profesora en el mismo; se hacían cosas impensables para el día de hoy: se izaba la bandera en el patio con las niñas formadas por clases. Cada una tenía su bolsa para limpiar los zapatos, con una lata de crema, un cepillo y una gamuza. Después de comer TODAS teníamos que ir a los vestuarios, peinarnos, lavarnos la cara y limpiarnos los zapatos: se pasaba el cepillo para quitar el barro, se untaba la crema con un trapito, se frotaba bien con el cepillo, se sacaba brillo con la gamuza. Todas tus cosas iban marcadas con un número, el mío era el 322 y tenías marcada hasta tu servilleta del comedor, que iba en una fundita... Había que llevar babi, que inicialmente era VERDE!!! y luego lo cambiaron.
 
Se servía la comida en el comedor: cada día una de las mayores era jefe de día, y encargada de que todo funcionara de forma impecable. A partir de los 6 años, te tocaba servir: había que poner las mesas, llevar las soperas y las bandejas, servir a cada una por su izquierda, recoger los platos por la derecha... Y no solo comían las alumnas: había una mesa de dirección. La primera vez que me tocó servir, era mi tía jefe de día, y le tiré toda una sopera llena de lentejas a la directora. La que me cayó fue fina y duró meses. Luego había que recoger todo el comedor, y comíamos antes que las demás... Ahora se consideraría una explotación infantil. Entonces era una aventura, un honor, un inicio a la responsabilidad...
 
En el patio del cole había todo lo necesario para jugar: niñas, arena y una fuente. Jugábamos a cosas que ahora están prohibidas: a churro, al látigo, a quemar... También las tabas, las estampitas, la comba, la goma. Hacíamos bolas de barro con arena finita y agua que traíamos de la fuente en la boca. Las dejábamos secar bajo un montoncito de arena y luego las pulíamos hasta que brillaban. Había también una "cabaña" formada por espinos (la arrancaron, claro) donde jugábamos a castillos y princesas y brujas. Los pinos del patio tenían procesionarias, que hacían sus caminitos por la arena, y que causaban regularmente sarpullidos a niñas y a Puskas, el perro del portero. Imagino que los habrán arrancado también.
 
Si te caías, la secretaria te curaba con agua oxigenada y mercurocromo. Escocía como un demonio, pues te aguantabas. Si te pillaban en una, la que fuera, el castigo era proporcionado... Yo recuerdo las dos más sonadas, una vez que mordí a una, con 6 años, me colgaron durante una semana un cartel que ponía "soy un perro, muerdo". Otra vez me escapé a comprar triskis a la panadería de enfrente, cosa que hacíamos casi todos los días (una bolsa de triskis costaba 6 pesetas, juntábamos entre todas y el señor nos fiaba); me pillaron y me tocó escribir durante más de un mes en el recreo las tres conjugaciones de los verbos, cantar, temer y partir...
 
Parece cosa de tiempos remotos, ¿verdad?

4 comentarios:

  1. Agora no Dejuan Juarez a churro!!??? Pues vaya rollo

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    1. JAJAJAJA!!! Eso me pasa por no revisar. Es que con el iPhone roto no veo nada.... Quise decir"¿Ahora no dejan jugar a churro?"

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  2. ¡Ja, ja. Igualito que ahora! Así están de aburridos los niños, que no saben jugar si no es con maquinitas. Supongo que en algún momento volverá el sentido común. A ver si es este año.
    Por cierto, ¡muy feliz Año Nuevo para todos! Que seamos mejores y hagamos más felices a los que nos rodean, ya que nos dan otra oportunidad.

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