martes, 19 de noviembre de 2013

La canción del hombre libre

Hoy me he acordado de esta canción. Hace muchos años que la aprendí, cuando aún me daban vergüenza ciertas cosas y en lugar de dejar de ir a misa, me apunté al coro de la parroquia. El resultado era el mismo, porque pasaba la misa afinando, punteando, hablando con los de al lado... Pronto empecé a salir a fumar a la sacristía durante la homilía, y finalmente solo entraba en la iglesia para cantar.

La cosa es que el el coro conocí al Pozas, que era un poco cortito y fumaba Tres Carabelas, a Rocío, Miriam y Gonso, y a Pepo, que tiempo después me partiría los morros y tuvo que pasar una semana sin salir de casa, porque el resto de la pandilla le quería matar. Con ellos aprendí a jugar al mus, a odiar la cerveza y a fumar.

Luego estaba Eloy. Eloy era mayor, tendría unos veintitrés o veinticinco y tocaba la guitarra acústica. En aquella época, una guitarra acústica era algo poco habitual. Cortaba los dedos, y hacía falta tener mucho callo. Y molaba un puñao. Eloy tenía la cara marcada por el acné y me enseñó a poner el pitillo en el clavijero y a tocar el Local Hero. Eloy se sabía todas las canciones más bonitas, las que cantábamos en el parque con una litrona, las que tocábamos solo en las ocasiones especiales, las que nadie más se sabía. La de la barca, que tenía un punteo precioso y que no he conseguido encontrar. Y esta, que cantaba mucho más bonita, tanto que apenas se parece la melodía. La letra sí, y sigue siendo preciosa.

Lo curioso es que los guachos estos que aparecen en el vídeo tienen poca pinta de cantar en misa.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Por fín, ¡me ha salido bueno el arroz!

Después de veinte años de intentos. De medir con una tacita de café el arroz y el agua. De freír ajos, de freír el arroz, de probar este y el otro. Con agua del grifo, con agua mineral. Hasta traje una botella de agua de Madrid, por si acaso. Siempre la misma porquería. Duro por arriba, pasado por abajo y asqueroso.
Hoy me he hartado.
He llenado la perola de agua hasta arriba, la he puesto a hervir, le he echado sal y un chorrito de aceite. Cuando ha empezado a hervir le he echado el arroz que me ha parecido bien, medio paquete más o menos. Veinte minutos de cocción, he escurrido el agua que sobraba y ya. ¡Está estupendo!
Como diría una que yo me sé. Albricias, ¡una cacatúa!
Mañana os cuento lo de la besamel exprés.