Mi abuelo Juan era de Lucena, y era lo más gracioso que he conocido nunca. Me ha venido a la cabeza hace un rato esta parida sublime que solía recitar (entre otras muchísimas) y ahí va:
El día que yo nací
nacieron todas las flores
y mi padre, del cabreo,
desarmó la bicicleta.
Ahí es ná.
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