Hoy cumple mi hija mayor 4 años. Es cierto, en esta casa solo se pare una semana al año, qué se le va a hacer. Cuatro añazos. Una pizca que no llegaba a los 2800. Ahora pasa de los 18 kilos, traga como una piraña, se pasa las horas muertas en la piscina, más tiempo con la cabeza bajo el agua que fuera de ella. Sabe escribir su nombre. Sabe recoger la mesa. Sabe rezar el Jesusito. Y le pide a Santa María, Madre de Dios, RUEDA por nosotros, pecadores.
Y yo también cumplo años. Cuatro años de madre. Ese salto mortal en el vacío (hay que ver, qué melodramático). El momento que, todo el mundo te advierte, te cambia la vida para siempre. A partir de ese día ya no puedes pensar primero en tí. Ya no puedes salir de trabajar y llamar a tu chico para quedar a comer así porque sí. No puedes cambiar el turno sin pensar. No puedes decidir que te quedas a dormir en casa de tu madre. Ni dejar la comida sin hacer porque estás matada, y ya comeremos cualquier cosa. Tienes que ser MADRE. A todas horas, todos los días. No hay vacaciones, ni moscosos, ni días libres.
De alguna forma yo, que era incapaz de funcionar sin tomarme primero un cafelito con pitillo, me he apañado para levantarme una media de 3 veces por noche sin prender fuego a la casa, caerme por las escaleras ni organizar ningún desastre irreparable. Me he estampao dos veces, eso sí, una de ellas contra una puerta y la otra con una columna, así que en mi curro creen que mi marido me maltrata.
Yo, que tenía una paciencia rayana en lo inexistente, me veo ahora con una cuchara en cada mano, contando hasta la extenuación el cuento de las cabritillas para que coman (sobre todo la pequeña, que es un granito en el ahímismo a la hora de comer).
Yo, que llevo el pelo al dos para no tener que peinarme, me veo ahora con kikis, horquillas, gomitas y diademas. Me temo que llegaré a los lazos.
Yo, que aborrezco el rosa, los vestidos, las faldas y cualquier cosa que parezca femenina, tengo en casa dos coquetas que se matan por la cuchara rosa y el vaso de Hello Kitty.
Y no lo cambio por nada del mundo.
Aunque si pudiera echar una siestita...
FELICIDADES a las dos¡¡
ResponderEliminarGenial la crónica sobre todo lo que cambia al ser madre. Me encantan las entradas que relatan el día a día, y esta además es concentrada y de las de sonrisa.
Lo de de Hello Kitty... pasa en las mejores familias, que le vas a hacer ;O)
Ah, recuerdo una niña ya de 10añitos que rezaba "ruega por nosotros y por los pecadores" ... como que ella quedaba fuera del gremio¡¡
Con 10 años cuesta mucho pensar que uno entra en el saco de los pecadores. Cuesta con 40...
ResponderEliminarMogollón de felicidades!!! No te preocupes mucho, lo del rosa no se si se pasa, pero lo de los lazos... tú eres el ejemplo vivo jajaja.
ResponderEliminarEspero que lo hayáis pasado de lujo.
Felicidades a la madre y regalitos a la niña. Efectivamente la graduación de madre es algo para lo que una no esta nunca preparada. Fijate, yo llevo 15 años siendo madre y hoy en misa se me ha ocurrido pensar en la grandisima responsabilidad que tengo entre manos (6 responsabilidades), y que poco valgo para ello. Pero luego viene un extraño y te elogia la buen educación de tu hijo... Y entonces piensas: ah, pues debe ser que no lo hago mal después de todo.
ResponderEliminarAh, y lo de no comer cualquier cosa... Se pasa con el tiempo. Sobre todo cuando el marido no viene a cenar. Como dice mi amiga Liliana: al final del túnel se ve la luz...
En cambio a mí hoy en misa me miraba hasta el apuntador, porque la Carmela ha estado recitando toda la misa las variaciones de ¿cuándo nos vamos a casa?, alto y claro. Menos mal que últimamente ya nos colocamos en la capillita lateral. Por lo menos nadie las ve saltar en el banco y caerse al suelo...
ResponderEliminarPor eso se quiere ir a casa, porque no se entera ni del No-Do. Si te pones en primera (o segunda como nosotros para no dar el cante tanto) fila, las niñas ven lo que esta pasando y se les hace mas corta la Misa. En un par de semanas se portan mejor. Y los demás si dicen, que dizan.
ResponderEliminarHace dos semanas nos pusimos en primera fila. Carmen se metió tres veces por debajo del reclinatorio de delante y enfiló hacia el altar. A mitad de camino se paró para intentar pintar en el suelo con un plastidecor. Intentó meter la mano en los ventiladores gigantes que nos amenizan la falta de aire acondicionado. Yo, realmente, no me siento con fuerzas de repetir esa actuación
ResponderEliminarJajaja!!!! La siguiente opción es hacer turnos hasta que sean un poco mas grandees. Good luck!
ResponderEliminarJajjaja, Cordelia, yo también huía de la primera fila por motivos parecidos!!!
ResponderEliminarEl peor día fue cuando se me ocurrió llevarlas a las tres muuuuy pequeñitas a la Vigilia Pascual... y un señor muy mayor empezó a protestar en voz alta.
Para salir, tenía que atravesar toooda la iglesia, así que me quedé paralizada...hasta que empezó la homilía y nuestro párroco "arremetió" contra el señor gruñón, que optó por callarse!!
(Yo quería que me tragara la tierra).
FELICIDADES A TUS DOS NIÑAS y un besazo para ti.
Y mucho ánimo: se sale de ésta, ya verás, es solo cuestión de tiempo!!!!