Podredumbres varias

Ay, qué malita estoy!

He cogido el virus de 24 horas (digo yo, porque no le voy a consentir que me fastidie ni una hora más). Pasé la noche del domingo sumida en una intensa vida interior; léase, mis intestinos han decidido demostrar que están vivitos y coleando. No entraré en detalles íntimos y desagradables.

Me levanté ayer moribunda, hecha una piltrafilla, dispuesta a llamar al curro y decir que no iba. No había contado con Belén. Para poner en antecedentes, la señorita ha pasado todo el fin de semana con fiebrón, delirios y la garganta como un tomate, así que el domingo la acerqué al hospital, a tomarle una muestra de la garganta y, ¡bingo!. Estreptobicho positivo, luego antibiótico. No tuvo fiebre ya en todo el día, así que decidí mandarla al cole.

Volviendo al lunes por la mañana, me dice Belén:

- Mami, ¿porqué estás en pijama?

- Hija, es que estoy malita y me voy a la cama...

- Pues yo también estoy mala, me voy a la cama contigo. ¡No voy al cole!

Ante tal razonamiento, no me quedó más remedio que vestirme e irme a trabajar. Cierto es que a media mañana, ante la cariñosa insistencia de mis compañeros (da asco verte, menuda cara tienes, vete a casa que nos espantas la clientela), me volví a casita, me metí en la camita y llamé a mi mamaíta para que viniera a cuidarme. Y claro, hoy estoy como nueva. Digo yo.