Hemos visto a nuestro presidente del gobierno hacer el ridículo (o, citando a César Vidal, como Rufete en Lorca) en innumerables situaciones, importantes o banales, públicas y menos públicas. Le hemos oído decir idioteces de todo porte, como aquello de que la tierra solo es del viento, cagadas inmensas como lo de la fracasada Merkel y otras lindezas.
Pero ahora se ha salido.
Le pide a Rajoy que hable con Dios y que le pregunte cómo debe ser el plan de ahorro energético. Y luego se cachondea, explicando que un plan "como Dios manda" es un programa "sistemático, coherente, pensado, articulado y de largo alcance".
Hay que ser memo.
Porque, efectivamente, todas éstas son características de un plan "como Dios manda".
La pena es que el que manda, todavía, es Zapatero.
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