Esta noche, mi hija pequeña se ha despertado llorando.
- ¡Mami, mamiiiiiii!
Allá voy. 20 meses de criatura. Le doy el biberón (casi siempre llora por eso, porque ha perdido el bibe en la inmensidad de la cuna). Pues esta vez no era.
- ¡Maaaaamiiiii!
Voy. La cojo. Me siento con ella en brazos en la sillita baja de su cuarto. Se retuerce hasta quedar de pie en el suelo, entre mis piernas. Me coge de la mano y echa a andar. Con el saquito de dormir, arrastrando los pies, tirando de su madre. Sin decir ni pío. Circula por el descansillo, el salón. la entrada, la cocina. Mira dentro del horno. Se para, medita. Desandamos el camino. Paradiña estratégica para coger el bibe, que al pasar he dejado sobre la mesita de café. Se lo pone debajo del brazo y sigue ruta hasta su cuna. Me echa los brazos y la cojo. Se enchufa el bibe y cierra los ojos.
¡Otra que está como una regadera!
Bueno; como dicen en los pueblos, el que lo hereda no lo roba...
Jajaja...A saber lo que estaba soñando!!!
ResponderEliminarEn cualquier caso, "el que a los suyos parece, honra merece".