domingo, 27 de marzo de 2011

Las obras



Tengo un primo que está cañón. Es alto, moreno, y se parece ligeramente a Enrique Iglesias. Este primo mío es aparejador (arquitecto técnico, se dice ahora), y me contó hace poco la teoría de un compañero suyo sobre las obras:
- Las obras no se acaban; se abandonan.
Gran verdad. Nuestra experiencia con las obras es exactamente esta. En este momento, hace cerca de 2 años que empezamos la obra. Al principio venían 20 obreros, curraban como negros. Luego empezaron a venir 6 o 7, luego 2 o 3. Durante varios meses solo venía uno. Gracias a Dios, era el mejor de todos.
Ahora todo lo gordo está terminado, o eso dicen, de forma que en los últimos 2 meses no han venido. Mi marido es que tiene mucha paciencia, y cuando yo llamo no me hacen mucho caso. Al cargo de la cosa está el hijo del jefe de la cuadrilla, un chaval prepotente y niño bonito de 21 años que cree que lo sabe todo. Rumano. Cosa que me daría igual si no fuera tan machista.
La cosa es que cuando yo llamo, la conversación es más o menos:
- Mario, que a ver si venís a terminar.
- Es que hay que esperar a que se seque el cemento de la escalera.
El cemento lo han echado en enero. Ya no es que esté seco, está amojamao. Pero me hago la tonta, para no tener bronca.
- Vale, venid cuando podáis.
Total, que lo que falta, al fin y al cabo son unos rematitos... Poner unos enchufes e interruptores, porque hay madejas de cables que asoman de la pared. Un agujero pequeño en la pared de la escalera (el del cemento que nunca se seca, de un metro de diámetro). Otro agujerito entre el suelo del desván y el dormitorio de las niñas, de uno por dos metros, donde va un lucernario. Cositas de esas.
Cualquier día lo acaban. No me cabe duda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario